Artisteando... Anecdotario de la familia Díaz Mora
Por Margarita Díaz Mora
Agustín Lara... Genio y Figura.
En 1962 Publicidad Ferrer proyectó
hacer un programa de televisión sobre Agustín Lara, sus canciones y sus
intérpretes y Don Eulalio Ferrer le encargó el libreto a mi papá. Cuando
se entrevistaron, Agustín le dijo: -No me escribas nada que yo tenga que
decir. Tú sabes que yo todo lo improviso… Así que mi papá escribió el
guión, dejando en blanco las intervenciones de Agustín y, entre los dos,
seleccionaron las canciones y los intérpretes que se iban a incluir: Pedro
Vargas, Toña “La Negra”, las Hermanas Águila, Elvira Ríos, Alejandro
Algara, Carmela Rey, etc. –No se te olvide poner a Lola Beltrán, le dijo
Agustín a mi papá. –Pero si no es intérprete tuya, le contestó mi padre…
-No importa… Me va a estrenar una canción ranchera, -argumentó el
compositor. El programa se filmó a color en 16 milímetros y fue
dirigido por Agustín Delgado. La mañana que se inició el rodaje, con el
set alumbrado y la cámara lista, esperando que el director pronunciara las
clásicas palabras: “¡Silencio… Cámara… Acción!”, Agustín puso a temblar a
mi papá con una terrible e inesperada observación: -Te advierto que yo no digo nada que tú no me hayas escrito… -Pero Agustín, -respondió aterrado mi papá- tú
me dijiste que no escribiera nada para ti, porque todo lo ibas a
improvisar. El guión está listo y me lo cambias todo precisamente ahora
que estamos frente a la cámara… -Pues
a ver cómo le haces... –replicó el músico poeta-, pero yo me tengo que
sujetar a un libreto…Y a esa hora, apagando las luces, mi papá se tuvo que
poner a escribir lo que diría Agustín en la escena inicial. Pero esto sólo
fue el principio de una larguísima cadena de anécdotas que tuvieron que
vivir los realizadores del programa. Mi papá dice que tuvo que convertirse
en la conciencia del músico, para evitar que se “saliera del huacal” y
para estar seguro de que todo estuviera más o menos bajo control. En la
primera foto aparece Agustín con Mario Moreno y mi papá, en la segunda,
Toña “La Negra, en la tercera, Pedo Vargas y, en la cuarta, Agustín al
piano.
Pues siguiendo con mi relato acerca de todo lo
que pasó en el programa sobre Agustín Lara, sus canciones y sus
intérpretes que se filmó en 1962 y cuyo guión escribió mi papá, les diré
que un día Agustín le dijo: -Mira, cuando vayamos a Tlacotalpan y a Otatitlán,
porque tenemos que ir a ver al Cristo Negro, nos llevamos en el autobús un
refrigerador lleno de cervezas y a un trío de cancioneros. Yo tengo al mejor
trío de Veracruz. –Oye, -le contestó mi papá cada vez más “mosqueado”- tú
estás planeando un día de campo y tenemos que ir a trabajar… -¡La armamos!
-aseguraba Agustín- ¡Y también trabajamos! Ya en Veracruz, la mañana que
debían salir para Tlacotalpan, se citó a todo el personal técnico en la
casa de Agustín a las 9 de la mañana, pues la jornada era larga y todo
debía filmarse de día… Por supuesto, en el autobús ya estaba cargado el
refrigerador, las cervezas y el famoso trío Veracruz. Agustín apareció a
las 12 del día, vestido impecablemente de blanco de la cabeza a los pies,
con una botella de coñac en la mano y acompañado de Rocío, su esposa. Ante
la mirada atónita de su “conciencia”, que era mi padre. Agustín replicó:
-¿Qué no sabes que con cuatro copas encima soy mejor actor que cualquiera
de los Soler? En la primera foto aparece Agustín con mi papá, Don Fernando
Soler, José Pagés Llergo, “El Chango” Cabral y Mario Moreno (siento no
reconocer a los demás), en la segunda, con Pagés Llergo y con mi papá y,
en la tercera, dizque leyendo el libreto…
El
inicio de su fin de semana les pinte de lo mejor… Siguiendo con mi relato
sobre el programa de Agustín Lara, recordarán que les dije que habían
salido con tres horas de retraso hacia Tlacotalpan, acompañados de un
refrigerador lleno de cervezas, el trío Veracruz, una botella de coñac,
“Pepito Grillo”, que era mi papá y Rocío, la esposa del músico poeta. El
viaje fue tranquilo y musical, pues el trío Veracruz cantaba una pieza
tras otra, a petición de la estrella del espectáculo. De pronto, el
autobús frenó bruscamente, ante la extrañeza de todos, pues no se advertía
ninguna necesidad de hacerlo, sobre todo con la prisa que había por llegar
a Tlacotalpan. Pues aún así, el chofer abrió la puerta para que Agustín
bajara a cortar la más pequeña florecita silvestre, para luego, al
regresar al vehículo, besarla fervorosamente y ponerla con santa devoción
en las manos de Rocío, su esposa. Dice mi papá que esta romántica escena se
repitió varias veces durante el viaje. En la primera foto aparece Agustín,
en la segunda, Agustín con Don Fernando Soler, “El Chango” Cabral, Mario
Moreno, Salvador Novo y mi papá y, en la tercera, Agustín con Manolo
Fábregas y Don Andrés Soler. Continuará. Un abrazo.
Pues siguiendo con la
famosa historia del programa que sobre Agustín Lara, su vida, sus
composiciones y sus intérpretes, que realizó en 1962 Publicidad Ferrer,
nos habíamos quedado en el viaje retrasado a Tlacotalpan, donde nació y
cursó sus primeros estudios “El flaco de oro”. Apenas llegaron, él quiso
que fueran a la escuela primaria. –Mira, -le decía emocionado a mi papá-
ahí me sentaba yo y ahí estaba el maestro –apuntando hacia una mesa
situada en el extremo del salón… Agustín, muy emocionado, se dirigió al
patio de la escuela, acompañado de Agustín Delgado, el director del
programa, mi papá que, además del escritor, se había convertido en la
conciencia del músico poeta y del director de la escuela. Tanto el
director como el escritor estaban ansiosos por ubicar los emplazamientos
de la cámara. –Aquí había una palmera –añoraba Agustín-. Y al patio, ya le
echaron cemento… El director de la escuela llamó aparte a mi papá para
comentarle: -Al profesor le va a dar mucho gusto saber que el señor Lara
estuvo aquí…-¡Cómo! –exclamó sorprendido mi papá- ¿El maestro de Agustín
está vivo? –Sí señor, -le respondió el director. -¿Y no podría usted
traerlo? – inquirió ansioso mi padre, imaginándose lo que eso podría
significar para el programa. –No lo creo, -dijo el director-. Ya no sale
de su casa. No está enfermo, sólo tiene años, pero su hija lo mantiene
entre algodones… -¡Hágame usted ese favor, -le suplicó mi papá-. Sin que
Agustín lo sepa, hable con su hija para ver si es posible traer al
maestro… ¡Esta ocasión no se repetirá nunca! Y el director de la escuela,
amable y diligente, salió en busca del profesor…
Continuando con la
historia del programa sobre Agustín Lara de 1962, nos habíamos quedado en que
el músico poeta estaba feliz recorriendo su escuela mientras el director,
a petición de mi papá, había ido a ver si podía traer a su maestro, ¡qué
seguía vivo! Cuando al fin regresó el director, asintió con un leve
movimiento de cabeza a mi papá, indicándole que el maestro estaba afuera.
Sólo habían tardado el tiempo suficiente para vestirlo y transportarlo…Mi
papá salió a la calle, saludó al maestro que se encontraba en el asiento
delantero del auto de su hija y le dio gracias a ésta por haberlo llevado
a la escuela. –Mi papá está muy emocionado al saber que el señor Lara se
encuentra aquí y ha venido con mucho gusto –respondió la mujer-. Bajaron
al “profe” y lo llevaron hasta el aula, para él tan familiar. Lo sentaron
frente a su escritorio y le dieron una regla igual a la que usaba para
imponer el orden. –Maestro, -le dijo mi papá- Agustín no sabe que está
usted aquí. Esto va a ser una gran sorpresa para él. –Imagínese la
sorpresa que ha sido para mí –replicó débilmente el profesor… En las fotos
está con Lola Flores y me parece que con Evangelina Elizondo.
Continuando con la historia del programa
de Agustín Lara que se hizo en 1962 y que escribió mi papá, como se
acordarán, había aparecido el maestro de Agustín que, aunque muy viejito,
seguía vivo. Como el músico poeta no sabía de la presencia de su profesor,
mi papá le dijo a éste: -Mire maestro, cuando usted vea que entramos al
salón, vamos a sentar a Agustín en la sillita que ocupaba. En ese momento,
usted golpea con la regla en el escritorio, llamando al silencio… Y así se
hizo. Las cámaras estaban emplazadas. Entraron en salón, llevando a Agustín
hasta su sillita y, entre bromas porque ya no cabía en ella, le cubrían la
visibilidad del escritorio del maestro… Acompañada de repetidos reglazos,
se escuchó la voz cansada del profesor, que quiso ser muy enérgica:
-¡Silencio…¡Niños…! Los que obstaculizaban la visibilidad hacia el
escritorio se retiraron y sólo quedo la imagen estupefacta de Agustín que,
con los ojos clavados al frente, no dejaba de exclamar con la emoción en
sus encharcados ojos: -¡No puede ser! ¡No puede ser! Inmediatamente se cubrió
los ojos con las manos, para poder llorar abiertamente. La emoción lo
había superado, como todos esperaban… Se levantó y, aún con lágrimas en
los ojos, se dirigió hacia su maestro y los dos se fundieron en un
prolongado abrazo, mientras Agustín exclamaba: -Maestro, ¿cómo iba yo a
imaginarme que lo iba a encontrar aquí? A lo que el profe respondió:
-¿Pues qué quieres que te diga? ¿Quién me iba a contar que tú me ibas a
sacar de la cama? Y ambos se enfrascaron en sentidos recuerdos…
Continuando con la historia les
contaré que, después de que Agustín y su maestro se reencontraron en el
programa de 1962 realizado por Publicidad Ferrer sobre la vida de Agustín
Lara, cuando en la escuela todo había terminado y el maestro de Agustín,
que seguía vivo, había regresado a su casa, el flaco de oro le reprochaba
con cariño a mi papá: -Por lo visto, lo que tú quieres es matarme de un
infarto… Fueron también a la casa donde Agustín nació, en cuya fachada hay
una placa alusiva, y más tarde salieron rumbo a Otatitlán, en el mismo
estado de Veracruz, donde está el Cristo Negro, milagroso y venerado en
casi toda la región, según la leyenda y la propia versión de Agustín. Con
tantas emociones, aquella famosa botella de coñac que trajera el maestro
desde la ciudad de México, ya se había vaciado y había sido reemplazada
por otra… Las secuencias ante el Cristo negro les llevaron toda la tarde y
parte de la noche. Agustín no podía mantener la línea recta para acercarse
a la imagen. Luego, tampoco podía hincarse con naturalidad. Se dejaba caer
sobre el reclinatorio, derrengado por el coñac. Después de muchos
intentos, se decidió que las cámaras lo tomaran ya postrado ante la
imagen, mientras se escuchaba la voz de Toña “La Negra” entonando Oración Caribe, la que constituye
una verdadera oración musical y una de sus más aplaudidas creaciones.
Disculpen que siga
con lo del programa de Agustín Lara pero, aparte de que me parece
interesante, tengo el material a la mano para compartírselos… Éste trabajo
fue un calvario para mi papá, pero él me enseñó a tratar con la gente y
hasta hoy conservo esa actitud… En algún momento les contaré mis propias
anécdotas… Nos habíamos quedado en que el programa entrañó una gran
cantidad de sucesos y sufrimientos para los realizadores…Como habíamos
dicho, fue producido por Publicidad Ferrer, dirigido por Agustín Delgado y
escrito por mi papá. Se estaba filmando a color y en 16 milímetros.
Ya habían visitado la casa y la escuela de Agustín en el estado de
Veracruz y ahora se encontraban en la ciudad de México. Un buen día, Lola
Beltrán llamó a mi papá y le dijo: -Oye, ésta es una película y a colores,
¿eh? Y a mí me contrataron para un programa de televisión. –Esto no es una
película, -le respondió mi papá- Se está filmando en 16 milímetros,
pero se trata de un programa de televisión… Mira el “script” y verás que
no tiene nada de cinematográfico. No hay trama, se trata de una serie de
canciones cantadas por diferentes intérpretes, que se presentan en
determinados escenarios… Sólo eso. Y Lola afirmó: -Pues te advierto que me
voy a enfermar y no voy a poder filmar mi secuencia, si no me dan más
dinero… -¡Ay, por favor! ¡Debes estar bromeando! –opinó nervioso mi papá,
que no acababa de resolver un problema, cuando se suscitaba otro.
Siguiendo con el famoso programa de Televisa sobre la
vida de Agustín Lara y el cual tiene más anécdotas que cualquier Tenorio o
Pasión de nuestro Señor Jesucristo, como se acordarán, Lola Beltrán llamó a
mi papá diciéndole “que se iba a enfermar” si no le daban más dinero por
su actuación. Por circunstancias familiares, mi papá tuvo que ausentarse
de la filmación ese viernes y, al día siguiente, sábado, llamó a casa el
director, Agustín Delgado, para preguntarle cómo había terminado todo, ya
que esa noche lo único que faltaba por grabar era la secuencia de Lola.
–Pues fíjate que no terminamos… Lola se enfermó, -le contestó el director.
A última hora, se metió en el baño y empezó a vomitar… -¿Cómo que “se
enfermó”, - dijo mi papá, ya casi histérico. –Pues no sé lo que le pasó,
pero se veía muy mal, contestó Agustín Delgado, más ingenuo que la
damisela más ingenua... –Ella me lo advirtió, - se reprochaba mi papá-
pero la verdad es que no creí que fuera capaz de hacerlo… Voy a hablar con
ella…
Mi papá tenía que hablar con Lola Beltrán porque la noche
anterior no había grabado su secuencia en el programa sobre la vida y obra
de Agustín Lara que se realizó en 1962, ya que había dicho que “se iba a
enfermar” si no le pagaban más… Mi padre marcó a casa de Lola y ella le
contestó: ― ¡Te lo advertí! ¡No podrás decir que no te lo advertí…! O me
das diez mil pesos o no aparezco en tu película… ¡Ya está bueno de que le
tomen a una el pelo! Habla con Fanny Shatz, mi representante… Y colgó el
teléfono, dejando a mi papá impávido… Entonces, él le marcó a la famosa
Fanny Shatz, quien también lo regañó: ― ¡Esto es lo que ustedes se
merecen! Siempre se quieren pasar de vivos y burlarse de los artistas… Los
contratan para un programa de televisión y luego salen con que es una
película. ― Pero Fanny, -le dijo mi papá, controlándose para no explotar-
¿Cómo puedo explicarles que no se trata de una película, sino de un programa
de televisión? Si quieres te mando el “script” para que veas que esto no
es una película. ¡Es un estúpido programa de televisión! –Tú dirás lo que
quieras, -siguió inflexible Fanny- Pero, o le hacen un nuevo contrato a
Lola o no se presenta el próximo lunes a trabajar. Tienes hasta las 3 de
la tarde que es la hora de su llamado. Y azotó el auricular, dando por
terminada la conversación y dejando a mi papá impotente del oto lado de la
línea. En las dos primeras fotos aparece Lola y en la tercera Fanny Shatz
con Jacqueline Andere, Tina Galindo y Ernesto Alonso.
Siguiendo con las anécdotas del famoso y complicado
programa de televisión sobre la vida de Agustín Lara, nos quedamos en que
había que hacerle un nuevo contrato a Lola Beltrán o no se presentaba en
el “set” el siguiente lunes.
Obviamente se hizo el nuevo contrato de Lola, pues su canción ya estaba
grabada y sólo faltaba su imagen. Aquel lunes a las 3 de la tarde, Agustín
Lara y mi papá estaban platicando sobre lo que había sucedido con Lola el
viernes anterior, cuando la vieron hacer su entrada por la puerta de la
calle, seguida de su grupo de ayudantes, rumbo a su camerino. Al verlos,
se desvío y, muy decidida, se dirigió hacia ellos. Llevaba una hoja de
papel en la mano. Cuando los tuvo enfrente, haciendo añicos la hoja de
papel, se dirigió a mi papá, mientras le arrojaba los pedazos en el pecho:
-¡Mira! ¡Esto es lo que yo hago con los contratos! ¡Este programa lo hice
por ti y por este señor! –señalando a Agustín-. ¡Y aquí estoy! Y, dando
media vuelta, se dirigió a su camerino. Había roto el nuevo contrato que
esa mañana, de acuerdo con sus exigencias, le había firmado Publicidad
Ferrer. El silencio que prevaleció entre Agustín y mi papá en ese momento,
fue más elocuente que la gran actuación de Lola Beltrán.
Para cerrar con broche de oro las anécdotas del
programa de Agustín Lara realizado en 1962, a mi papá le
esperaban todavía algunas sorpresas con las que no contaba. Era el último
día de filmación y estaban citados todos los participantes del elenco:
Pedro Vargas, Elvira Ríos, Lola Beltrán, Toña “La Negra”, Columba
Domínguez, Verónica Loyo, el ballet de Roberto y Mitzuko, una orquesta
sinfónica y, por supuesto, Agustín Lara. El llamado había sido a las 2 de
la tarde en maquillaje y a las 3 en el estudio, ya listos. Ahí estaban
todos, menos Pedro Vargas y Toña “La Negra”. Y, para colmo de males,
estaba empezando a llover… Con todo paralizado, el “set” iluminado y los
artistas vestidos y maquillados, el elenco esperaba impaciente, pues era
el día del gran final y Agustín debía salir para España en dos días. Pedro
Vargas hizo su aparición a las cinco y media de la tarde, sofocado y con
su “smoking” colgado de un gancho. -¿Dónde está Toña? –le preguntó mi
papá, ya bastante nervioso. –Por ahí debe venir, -le contestó el samurai
de la canción-. Acabamos de salir de una grabación… Y, sin detenerse,
siguió de largo a su camerino. En la primera foto aparecen Agustín Lara,
Pedro Vargas y Toña “La Negra” y, en las otras dos, Toña.
El día del gran final del programa sobre Agustín Lara en 1962, Toña
“La Negra” no aparecía y, además, estaba cayendo un aguacero torrencial.
Agustín estaba desesperado. Había vuelto a recurrir a la botellita de coñac
para calmar sus nervios. Eran las 6 y cuarto de la tarde cuando sonó el
teléfono. Era Toña y preguntaba por mi papá. El se apresuró a tomar la
bocina, imaginándose que había tenido un accidente. –Sólo le hablé para
decirle, -le dijo Toña- que no voy a ir. O me dan quince mil pesos o no me
presento para el final. –Pero Toña, -le suplicó mi papá- ¡Usted no puede
hacernos esto! Aquí toda la gente está esperando por usted… -A mí eso no
me importa, -replico Toña-. Y como usted no ha tenido ninguna
consideración conmigo, no veo por qué debe yo tenerla con usted ni con el
programa. Lo siento por “el flaco” Agustín. El chubasco que estaba cayendo
afuera se le hacía una gotita de agua a mi papá, comparado con lo que
estaba sucediendo con Toña. -¡Aclaremos! –la conminó-. ¿En qué le he
fallado yo a usted? ¿Cuál ha sido mi desconsideración? –¡Eso lo
aclararemos después! –contestó ella indignada-. Por lo pronto, no cuenten
conmigo. -¡Eso lo aclaramos ahora mismo! –reaccionó mi papá-. Salgo en
este momento para su casa. Es demasiada la gente que se queda aquí
plantada… En la primera foto aparecen Agustín Lara, Pedro Vargas y Toña “La
Negra” y, en las otras dos, Toña.
Para rematar la última anécdota del programa sobre
Agustín Lara, nos quedamos en que mi papá tuvo que ir a ver a Toña “La
Negra” a su casa, bajo un aguacero torrencial, para tratar de convencerla
de que se presentara al gran final. Ella le había reclamado más dinero y
le había dicho que se había portado desconsiderado con ella. Mi papá había
salido en su auto en plena tormenta, que se mezclaba con la ira que
llevaba dentro, no sin antes pedirle al director Agustín Delgado que se
comunicara a Publicidad Ferrer para informarles del “paquetito” que tenían
encima…Toña lo recibió con sonrisa burlona y un marcado sarcasmo en su
voz: -Así que ahora sí se preocupan mucho, pero a usted no le apuró tanto
cuando me quitó mi canción para dársela a otros… -¿Su canción? –preguntó mi
papá, al borde del paroxismo-. ¿Cuál canción? -¿Cómo
cuál? –insistió ella-. ¡Mi creación: Veracruz! -¡Toña, por Dios!
–exclamó incrédulo mi papá-. Cuando se hizo el reparto de las canciones,
se dejaron dos para el gran final que quedaron ligadas en un arreglo que
hizo Chucho Ferrer, y fueron precisamente “Veracruz” y “Noche Criolla”,
mismas que fueron grabadas por todos los intérpretes. ¡Y usted ni protestó,
ni dijo nada! Usted pareció muy contenta con grabar “Oración Caribe”.
–Pero mi canción es “Veracruz” –insistía Toña-. ¡Y eso no se lo perdono! O
me dan los quince mil pesos que le pedí o no voy al final. En ese momento,
llamaron a Toña por teléfono y al cabo de un rato regresó y le dijo a mi
papá con la mayor tranquilidad: -Ya está todo arreglado Me hablaron de
Publicidad Ferrer y no hay problema. Así que vámonos al estudio. Lo malo
es que nos vamos a mojar. Mi papá no podía creer lo que sucedía y ya no
dijo nada. Sólo la siguió sumiso al auto para llevarla al estudio. Cuando
por fin entraron en el foro, ya era de madrugada y la tormenta había
pasado.